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August 25, 2010

Conciencia sin limites - 7/14

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7   

Mario ya había perdido la cuenta de los momentos de su vida que volvía a revivir. Los hechos más importantes de su vida transcurrían como si fueran parte de un libro con el cual él interactuaba. Escogía un momento de su vida, su memoria se concentraba en él y entonces todos sus pensamientos se materializaban y lo embargaban los mismos miedos, las mismas alegrías, los mismos placeres… los mismos sentimientos que en su momento habían calado en lo más profundo de su ser. Sentía que podría estar recordando idefinidamente toda su vida, pero parecía que su cerebro atinaba a revivir intensamente aquellos momentos que de un modo u otro lo habían conducido al instante en que decidió entrar a la puerta…

Primero había sido la noche en que conoció a Nancy, que con su apoyo incondicional lo avalaba en todas sus decisiones y en más de una ocasión había aconsejado con sabia ternura su corazón y espíritu agitados por una u otra decepción profesional. Mario no podía dejar de recordar vivamente la paz y serenidad que sentía cuando en lo profundo de la noche su cuerpo se relajaba y se dormía entrelazado con el de Nancy, o cuando ésta lo miraba fijamente con sus grandes ojos marrones y parecía como escudriñar sus más íntimas fibras y lograba apaciguar sus temores, broncas y odios.

Despues revivió el día que se recibió de ingeniero y alcanzaba la primera etapa de su, por aquel entonces, máxima meta: el doctorado en física teórica. Había rememorado entonces la defensa de su tesis de doctorado, pero no sin antes traer a la memoria aquellos tiempos en los cuales desplazó a un segundo plano a su amada esposa y sus estudios sobre el espacio-tiempo se transformaron en una obsesión que lo volvieron retraído, absorto tanto en los libros como en sus pensamientos. Recordó con pesar cuando sus trabajos fueron duramente cuestionados y la comisión evaluadora estuvo a punto de suspender sus estudios de post-grado. Su memoria avanzó entonces unos pocos días más hacia el futuro y sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas y su corazón latía con fuerza como aquella madrugada cuando Nancy con su rostro cansado y sudado, pero a la vez felíz, depositaba en sus manos por primera vez al pequeño Marcos recién nacido. A partir de ahí, todo cambió para bien: Marcos cambió sus vidas radicalmente, su relación con Nancy volvió a ser como en los mejores tiempos, conoció al doctor Boris que lo tuteló académicamente pese a la desconfianza de otros, obtuvo resultados teóricos concluyentes sobre la posibilidad de utilizar hoyos en el espacio-tiempo para saltar de un punto a otro en el universo y pudo redondear finalmente su tesis doctoral… Y Nancy, pese a todo, siempre había estado a su lado, inclusive hasta el día que decidió viajar a Júpiter, supervisar personalmente la construcción de las puertas espaciales y formar parte activa de la misión. Nancy había deseado que Mario no fuera seleccionado para formar parte de la tripulación, pero nadie sabía tanto como él de la física involucrada en los hoyos del espacio-tiempo y de los aceleradores de partículas que debían ser montados en órbita alrededor de Júpiter.

En ese momento Mario se encontró de repente en la pequeña cabina del módulo de exploración de la Cóndor A, mirando fijamente como se deformaba el espacio confinado por la estructura circular de los aceleradores. Instantes antes la sonda-robot había desaparecido y acababa de tener la confirmación de su aparición por la otra puerta. Se sintió inmensamente felíz por el relativo éxito del proyecto, pero sabía que faltaba una prueba más: debía atravesar la puerta y experimentar el salto. Aún estaba escuchando las palabras de desacuerdo de Liemman cuando una vez más pensó en su familia, cortó el enlace con la Cóndor A y dirigió el módulo a toda potencia hacia esa gran circunferencia en donde todas las leyes del universo parecían tener sentido y permitían esa fluctuación del espacio-tiempo. Como si fuera una gran chispa circular producida por una descarga eléctrica de miles de gigavoltios, la explosión de esa brillante luz blanco-azulada lo cegó momentáneamente y por el rabillo del ojo alcanzó a ver como las indicaciones de los sensores se disparaban hacia lecturas imposibles o fuera de la escala. En el preciso instante en que el módulo atravesaba la puerta espacio-temporal, Mario detuvo sus pensamientos, el módulo se detuvo, el entorno comenzó a desaparecer y todo se volvió oscuridad otra vez.

Mario se encontraba desconcertado y no podía discernir entre las imágenes que creaba su cerebro y la realidad misma. El negro de la oscuridad lo inquietó y deseó que alguna otra vivencia de su vida llenara la nada. La incertidumbre lo embargó, sintió que la temperatura de su cuerpo bajaba, experimentó un ligero vacío estomacal que subía por su esófago y las naúseas fueron inminentes. No podía comprender lo que le sucedía, su cerebro no encontraba una explicación lógica y una idea lo perturbó intensamente… Debo estar muriendo


Conciencia sin limites, de Claude Martín Brito
Es una historia corta realizada en 1999/2000.

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