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August 19, 2010

Conciencia sin limites - 1/14

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Donde estoy, pensó Mario De Alesandro. Miró a su alrededor tratando de establecer una correlación entre las imágenes que su cerebro conservaba de instantes antes y la realidad que estaba viviendo. Las imágenes fueron tornándose más nítidas y entre la oscuridad alcanzó a distinguir figuras humanas bailando al ritmo de algún tema que no podía reconocer. Al cabo de unos instantes todos sus sentidos se reajustaron definitivamente a la situación: el apestoso olor a cigarrillo que enviciaba por completo el lugar invadió sus fosas nasales, las luces intermitentes de diversos colores danzaban por todo el lugar, una inconfundible Cuba libre se abría paso por su boca y se sintió incomodamente acalorado con sus ropas de invierno.

Se sintió inmensamente joven y libre… ¿Acaso podía sentirse de otra manera? La fiesta era formidable, sus mejores amigos lo acompañaban y no descansarían hasta seducir a cuanta bella mujer se les cruzara durante el resto de la noche y buena parte de la madrugada. Hacía rato que se había entablado una no menos chismosa conversación sobre algunas de las mujeres que deambulaban, cuando Mario se percató de que por segunda vez posaba su mirada en una bonita mujer de estatura mediana, cuerpo armonioso y un dulce rostro que irradiaba simpatía. Esta mujer me gusta, se dijo a si mismo.

Tomó un nuevo trago del preciado líquido-anima-neuronas y se dirigió hacia ella. Ya al frente de ella escogió bien sus palabras, evitó las frases y preguntas comunes y, por sobre todas las cosas, se mostró alegre, simpático, sincero, respetuoso y deseoso de poder continuar la charla en otro lugar, otro día…

Un par de horas mas tarde se despidió de ella por primera vez. Mario la siguió con la mirada con aire despreocupado, aunque lejos estaba de sentirse de ese modo. Un rato después cuando la fiesta estaba terminando, casi llegando a la salida del lugar, Mario no pudo contenerse y se acercó una vez más a Nancy. No podía dejarla ir sin expresarle sus deseos de un nuevo encuentro y sin posar sobre sus mejillas un dulce beso extraído de lo más profundo de su ser… Un beso que cambiaría sus vidas… Un beso cuyo significado Mario no entendería completamente sino mucho tiempo después…

–¿Qué pasa Mario? –dijo en torno burlesco Antonio–. Tranquilo amigo –continuó apoyando su mano en el hombro de Mario–, es sólo una mujer más. Tú sabes, una bella cara, unos buenos pechos, un trasero redondito y una hueca cabecita.

Mario miró a su amigo con compasión. Éste, a pesar de sus 23 años, aún no podía distinguir una buena mujer de entre el grupo estereotipado de mujeres materialistas, en extremo feministas que sólo buscaban ocasionales aventuras románticas. Antonio difícilmente cambiaría su modo de pensar hasta que olvidara sus decepcionantes encuentros con el sexo opuesto. Además, Antonio ignoraba que conversación había entablado con Nancy, no podía juzgarla con sólo mirarla y, claro está, el pobre no tenía forma de saber que para Mario estos momentos eran un deja vu de algo vivido hacía ya mucho tiempo.

–Estimado Antonio, para ti las mujeres son todas iguales –explicó Mario–, te comportas del mismo modo con ellas sin importar su raza, color o forma de pensar y como retribución es lógico que ellas sólo vean en ti un hombre. Un hombre simpático, alegre, siempre dispuesto, pero sólo eso: un hombre.

Mario meditó un momento sobre lo que había dicho y supo que había dado pie a una discusión que giraría alrededor de las mujeres, de la conducta desinteresadamente amoral de Antonio y de la conducta enamoradiza y romántica de Mario. Y como la charla bien podría continuar hasta bien entrada la mañana, miró seriamente a su amigo y le dijo:

–En algún lugar del mundo debe existir una mujer lo suficientemente adecuada a ti, que de alguna misteriosa y mágica manera descubra el ser humano que llevas dentro. –Antonio curvó su boca en una evidente mueca de desprecio pero Mario lo ignoró–. Seguramente eso pasará algún día… –Se detuvo a media frase, reunió sus pensamientos y continuó–. Eso me acaba de pasar hoy día: Nancy me gusta desde sus pies hasta su alma, yo le gusto y ella sentirá lo mismo por mi, entonces mantendremos un noviazgo de 3 años, nos amaremos, nos casaremos, seguiremos amándonos, tendremos un hijo y continuaremos amándonos a pesar de todo.

Primero fue el rostro de Antonio, cuyo semblante había quedado extrañamente congelado en el asombro y la risa, luego desapareció lentamente su figura, a continuación el resto de los amigos, luego el entorno y, al final, todo se volvió oscuridad… Mario sintió que sus ojos se cerraban…

Conciencia sin limites, de Claude Martín Brito
Es una historia corta realizada en 1999/2000.

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